sábado, 20 de noviembre de 2010

Un cuento en San Cristóbal

Cuento de un viaje a San Cristóbal 16/08/2001

El agua e panela (papelón) y las morcillas andinas, son expectorante y alivian el estomago.

Chompito y Chupi, se visten que los llevo al médico para que les vea esa gripe.

-Si Papa a mi me duele demasiado el pecho cuando toso,

- y a ti chompi ¿cuándo te comenzó?

- a los dos, desde esta madrugada

- bueno se me apuran, que los espero en el carro.

A los pocos minutos llegamos Saint Anthony¨s Cáritas Hospital y como era de noche, estaba casi vacío.

Un enfermero se acercó.

- Buenas Noches. Señor Carlos

- Bueeenas.

- Cómo esta usted

- Bien muchas gracias.

- Busca al Padre.

- Coño no, el no sabe de medicina, el otro día me dijo que me tomara el te de Rutilo hervido con concha de merey, para la diabetes, y de vaina no me morí. Seguidamente- ¿Está un médico de guardia?

Si Claro, pase

Buenas noches Doctor ¿cómo está?

Bien, dígame.

Después de explicar someramente los pormenores de la situación, síntomas, historia médica, donde quedaba Anaco, etc. El doctor hizo una exhaustiva revisión de ambos dos, y procedió a elaborar el récipe

- El más grande ¿cómo se llama?

-Carlos - le digo yo-.

-¿Y el más pequeño?

- Carlos pero Gabriel, el otro es Carlos Marcos igual que yo.

- Ja, Ja, Ja, Tres Carlos.

- No Dr. Cuatro, tengo otro varón que se llama Carlos Rafael como mi papá.

- Ja, Ja, Ja, ¿y la hembra Carlota?

- No Andreina, ¿y por que se ríe tanto?

- la gente si inventa, yo tengo un amigo que es de apellido Prieto, y a las hijas les puso: Nola, Casila, y Sila, ellos son marcuuuchos.

Ja, Ja, Ja, Ja.

Bueno Dr. ¿Cuánto es?

- 19 mil bolos por los dos.

El médico buscando cambio en la cartera. - Creo que voy a tener que mandar a cambiar no tengo mil bolívares.

- Bueno Dr. bendito sea Dios, a esta hora todo esta cerrado, tómese un café con el enfermero.

Ja, Ja, Ja, Ja, primera vez que un paciente me invita a un café, bueno muchísimas gracias, ustedes además me hicieron reír con lo de los Carlos, buenas noche.- decía, mientras nos acompañaba hasta la puerta.

Ya iba a partir para la farmacia cuando salió el médico corriendo

- mire conseguí los mil bolívares, muchas gracias.

- ¿y el café?

No se preocupe - dijo - mientras me los entregaba por la ventanilla.

Gracias a usted, chao.

Después de llegar a la casa, una vez compradas las medicinas, procedía a organizar el trabajo del resto de la semana, maestro de obra, nómina, cheques, etc. ya que viajaba el otro día muy de mañana hacia la capital tachirense, San Cristobal.

Esa noche antes de acostarme recordé que había sentido unos escalofríos recorrerme el cuerpo y que me había “empelucau” varias veces, pero no le di mucha importancia. No sabía en aquel momento que una virosis solapada se gestaba en mi interior.

El arribo al aeropuerto de Maiquetía fue sin consecuencias, pero al ingresar en el, un ambiente frío húmedo me golpeo y comencé a sentirme mal, convirtiendo el abordaje, vuelo y traslado a San Cristóbal en un verdadero deseo por estar acostado. Y eso fue lo que hice los próximos dos días. No comía, no bebía, salvo medicinas y tees. La mayor parte del tiempo un sueño superficial, lleno de remordimiento. Cuando uno está en cama enfermo, no se acuerda de las cosas buenas que ha hecho, sino las que ha dejado de hacer, los errores, etc, un círculo vicioso de pensamiento que no interrumpe un sueño afiebrado. El sudor, se me enfriaba en el pijama y tenia que cambiarme franelas tras franelas, el pecho cuando tosía me dolía como el demonio (irga (léase verga), y sonaba peor.

Mary (quien se había venido de emergencia desde Los Castores, ante mi reclamo) y Maria ( la encargada de la casa de Monseñor), se esmeraban en los tes, y el segundo día me subieron una tacita de consomé de pollo, la cual logré apurar a duras penas, y cosa que me produjo un calorcito agradable por primera vez en tres días., Sin embargo las nauseas empañaron el efecto de lo que sabía hubiera podido apreciar como un buen consomé, sobre todo si le hubiera podido agregar unos pedacitos de queso paisa, aguacate, una arepa desmigajada, y un chorrito de aceite de oliva, ah¡, y dos o tres cucharaditas de arroz.

Las medicinas aplicadas en estos virus atacan los efectos y no las causas. Por eso el pecho lo tenía cada vez más apretado y el dolor era atroz. A esto se aúna el dolor en los huesos, en la espalda y la cintura por estar acostado tanto tiempo sin estar acostumbrado.

A media mañana del día del sábado comencé a sentirme mejor y a recordar los viejos tiempos cuando Mary y yo veníamos a San Cristóbal de un día para otro solo por el placer de pasear y comer la sabrosa comida tachirense.

Uno de los problemas del virus es que ataca de forma tal que uno no retiene nada. Inclusive el miércoles en la noche no había parado de ir al baño, pero pensaba que era producto de un mejunje que me tome para la diabetes y que me había aflojado, pero no.

Decidí hacerme el valiente y le dije a Mary que invitara a María y a su hija para que fuéramos a pasear, y Mary para que aprovechara y comiera andino, y así lo hicimos.

En San Cristóbal no hay carros para alquilar, y Yo había viajado en avión, al igual que Mary, por lo que nos vimos en la necesidad de contratar un Taxi. Hecha la ruta, nos llevo a Táriba, donde visitamos la basílica de La Consolación, bellísima, y yo pidiéndole que me sacara de ese trance pues me volví a sentir afiebrado y con el pecho trancado, debe haber sido el tiempo, ya que se puso para llover, en fin.

De ahí fuimos a Lobatera, un pueblito tachirense que nos hace evocar tiempos pasados, los tiempos de los abuelos; limpio, oloroso, calles empedradas, tapias encaladas, araguaneyes y bucares coloreando los sembrados paisajes, donde los tomatales competían por robar la atención del visitante.

Michelena, se le pega a uno del corazón, paisajes bucólicos, ganado, canteras; orgullo en la mirada de sus pobladores.

Y al final San Pedro del Río. Es el Hatillo, el Junquito, o la Colonia Tovar pero con raíces Andinas, es mejor saber que existe e imaginárselo, que yo describirlo y disminuir su encanto.

A estas alturas 1:30 PM, las mujeres me preguntaron si podíamos comer y les dije que si que lo que quisieran y le pregunté al chofer, por algún sitio. Después de recorrer varios restaurantes, donde se ofrecían platos que iban desde la bandeja de Gallina Asada con una serie de contornos exquisitos, hasta Pate de fois grass, con camanbert y un suavigñon de Lara (je,je), le dije al chofer:

- En mi viaje anterior, el Chofer me llevo a una zona de la carretera, creo que era por la carretera de Colón, donde había una serie de Puestos, pintorescos por cierto, donde comimos muy bien, ¿tu sabrás donde queda?

Nos dijo que si y nos llevo.

Las fuentes de Baños de María, sudaban gotas de sabor empañando la visión de las suculentas morcillas y chorizos que reposaban en su interior, como difumina el velo de una odalisca al esconder su bello rostro lleno de promesas

Las empanadas, arepitas, plátanos horneados rellenos de queso, las papas rellenas, ¡coño! los pastelitos, y yo tosiendo con el pecho que parecía un cajón, en fin.

Una linda muchacha andina, pelo negro como el azabache, y los cachetes sonrosados por el clima, mostraba unos ojos vivaces que se escondían tras largas pestañas:

-Tenemos sopa de arveja, cochino frito, gallina...agua e panela, mazato, .....

Cada plato pronunciado era un puñalada de dolor en mi estomago, no podía ser verdad, tantas sabrosuras y yo jodido; estaba a punto de deprimirme.

María: Yo quiero una ración de cochino frito

Maryely (Hija de Maria): Yo también.

Mary: por supuesto

El Chofer. ¿Me puedo tomar un plato de arvejas?

Yo: - claro vale, no faltaba más.

Un plato de arvejas y otra ración de cochino frito .Dijo el Chofer invitándose al segundo plato

Yo:- Hija, aparte traes en una bandejita: Chorizo, Morcilla, arepa, plátano con queso, pastelitos, y además, agua e panela y una malta para Mary, ¿con eso está bien?- le pregunté a mis invitados (Yo pensaba dentro de mi, coño, yo esas Morcillas aunque sea las tengo cerquita).

- Claro gordo, ¿tú no vas a comer nada? Me preguntó Mary

Dije que no con la cabeza, por temor a que se me saliera la voz quebrada por el sentimiento

Tras una corta espera llegaron los platos.

Yo me movía inquieto en mi puesto, me pasaba las manos por la frente, por la cabeza, trataba de ver la carretera y los carros que pasaban raudos acelerando por la pendiente, pero el rabillo del ojo me traicionaba, la mirada furtiva, saltaba de una delicia a otra, para colmo, un pastelito había quedado medio abierto en el proceso de fritura y se le veían claramente las suculentas entrañas....

Comenzaron a comer y se inicio una conversación animada mientras yo ofrecía sacrificio.

- No como cochino desde que me pusieron a dieta a mi Jefe. Dijo Maria

-¿quien Jairo? inquirió Mary con una sonrisa

- ¡No vale!, Monseñor Replicó Maria.

Y yo oliendo los platos más con la vista que con el olfato.

Y así siguió la conversación entre mamaderas de gallo y risa de las mujeres, mientras el chofer filosofaba sobre las arvejas.

Pero...algo ocurrió en mi interior.

Las neuronas del centro digestivo del cerebro, empezaron a despertar. Unos pequeños chispazos eléctricos comenzaron a animarlas lentamente. Primero una, después otra, después medio millón. Se desperezaban y comenzaron a transmitir impulsos a mi estomago que hasta ese momento estaba estragado a fuerza de absorber pastillas. Los jugos biliares, comenzaron a animarse y a recorrer perezosamente los conductos dirigiéndose desde su punto de origen al estomago y estimular la secreción de ácidos. Otras neuronas comenzaron a estimular los centros nerviosos y gustativos de la boca. Un espasmo recorrió todo mi tracto digestivo, pero logre a fuerza de voluntad romper el hechizo, ya que unas neuronas impacientes le habían ordenado a mi mano: ¡AGARRA UNA MORCILLA!

El temor de necesitar un baño inmediatamente, me contenía en mi descontrolada pasión de gourmet sibarita por tan exquisitos manjares.

Por otra parte tenía casi tres días sin comer nada sólido y menos líquido.

Las viandas iban bajando poco a poco su volumen, mientras mi desespero aumentaba. Los jugos gástricos hacían su trabajo y la sensación de hambre que había estado ausente en los últimos días me acosó.

- Señora, me trae un platico, Dije al final con voz temblorosa.- y una tacita de sopa de arveja para probarla. Concluí bajando los ojos medio ruborizado, mientras Mary me miraba y levantaba una ceja.

Ruborizado por mi falta de fortaleza, pero a la vez contento por haber creído vencer mis temores, le dije al chofer:

- Por el malestar que tengo, no he comido en los últimos tres días, si me cae mal la comida nos vamos en sobre marcha y tocando corneta para San Cristóbal.

-No se preocupe patroncito yo al carro lo lleno con pura gasolina de la cara.

Era un plato de peltre decorado en sus bordes con motivos florales, azules, blancos, rojos, que presentaba un típico desconchado de un lado, dentro venían los cubiertos.

Pinché delicadamente la Morcilla más grande que quedaba, dos pastelitos, y los coloque en el centro del plato, los adorne con una papita chorrea y luego desvestí los cubiertos de sus fundas de servilleta de papel, y ...... no como un matador experimentado, que ha cortado cientos de rabos y orejas y se lanza a clavar la espada, no.... no; más bien como tallador de joyas quien tiene en la prensa, la piedra que ha estado esperando toda su vida de donde surgiría su obra maestra, la que asombrará, así me lancé. Las manos me temblaban, delicadamente comencé a picar una porción generosa de la morcilla y me la introduje en la boca.....hum, hum, hum, un pedacito de pastelito, hum, hum, y otro, un traguito de agua e panela, dos cucharaditas de sopa de arveja, ... hum, hum....

Aire de verde montaña....aire

bajo el sol...

Fue extraordinario, el cuerpo me entró en calor, las fuerzas vivificantes recorrían mi humanidad, me sentía mejor.

Cuando termine, el chofer pregunto: ¿Quiere otro pastelito?

- No gracias, de lo bueno poquito, y esto estuvo buenísimo.

- ¿Estaba bueno todo?- Preguntó Mary.

- Si vale, y no tenía hambre, pero la tentación fue grande, déjame ir al lavamanos, ya vengo.

Caminaba lentamente hacia el sitio, y enseguida supe que todo me caería bien. Dentro de la especie de sanitario, limpie mis vías respiratorias en una forma eficiente sintiendo el pase libre del aire. Ya no era la tos de cajón y no sentía el pecho trancado.

Me fui hasta donde estaban mis compañeros y con una sonrisa en los labios después de pagar, continuamos nuestro paseo, pensando en que no debía exponerme mucho al clima no me fuera a pasar el efecto de los pastelitos y las morcillas que para mi son expectorantes y asientan el estomago....

Carlos Marcos Sebastián Bates.

PD. El regreso a Caracas me volvió a provocar una pequeña recaída y por eso estoy aquí acostado en mi cama con la laptop escribiendo pendejadas

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